Es conocida la máxima popular: “el engañado es el último que se entera”.
El caso que nos convoca lo confirma sobradamente.
Luego de 27 años de armonioso matrimonio, la esposa tomó conocimiento –para su total sorpresa– de la condición homosexual de su esposo y de que éste mantenía relaciones extramatrimoniales de larga data con otros hombres.
La esposa promovió el divorcio invocando la causal “injurias graves”. El caso llegó hasta la Suprema Corte de Justicia (“la SCJ”). El máximo tribunal le dio la razón a la esposa víctima del engaño. Dijo la SCJ: «con 53 años de edad y 27 años de matrimonio, conocer la verdadera orientación sexual del marido, debe haber constituido (…) una injuria grave habilitante de la disolución del vínculo matrimonial”. Sobre todo considerando que el esposo “era plenamente consciente del impacto emocional que a su esposa le hubiera causado conocer su orientación sexual y por eso lo ocultó cuidadosamente durante toda la vida conyugal”.
Especialmente, la SCJ valoró que hasta las propias hijas del matrimonio estaban al tanto de la situación. Fue la esposa –actora en el juicio—a la única que se buscó dejar en la ignorancia.
En suma: eso de que en los llamados “matrimonios modernos” todo está permitido, no corre.
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