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Le Erró al Bizcochazo: Mala Praxis Médica y Diagnóstico Tardío

El médico que no logra curar a su paciente, ¿Responde civilmente por los daños causados a este último? No. ¿Por qué? Porque la suya es una obligación de medios, no de resultados: el médico no se obliga a un resultado -sanar al paciente-, sino a aportar la diligencia y los medios que el arte de la medicina pone a su disposición para alcanzar aquel resultado.

El tema fue discutido en un asunto -fallado recientemente por nuestra Justicia- que resulta casi paradigmático.

Un señor cayó de una escalera. Además de los hematomas que rápidamente colorearon la piel de aquél, el dolor se hizo insoportable y el individuo fue trasladado a la emergencia médica del Banco de Seguros del Estado. El médico tratante -sin prescribirle siquiera una placa- le diagnosticó: «infección en el pie derecho». Poco tiempo después el paciente fue derivado a la mutualista a la cual estaba afiliado. Allí pasaron semanas sin que los facultativos dieran en la tecla; al paciente se le administraban calmantes que ciertamente mitigaban el dolor, pero que no atacaban la raíz del problema. Hasta que finalmente, al cabo de un buen tiempo, un galeno encomendó una serie de exámenes que en última instancia hicieron la luz: fractura de fémur.

¿Qué había pasado? No se habían practicado los exámenes que estaban cantados para un accidente de este tipo: estudios radiológicos de los miembros inferiores (caderas, cuello de fémur, etc.).

Entretanto, el retardo en el tratamiento adecuado había producido un «envejecimiento» de la lesión y un empeoramiento del pronóstico funcional.

La sentencia fue lapidaria: «Hubo apartamiento de la diligencia (…) del standard del profesional prudente y diligente». Y dado el tiempo transcurrido, se tipifica «culpa por impericia o negligencia en no acudir a los medios disponibles que hubieran diagnosticado cabalmente la lesión». Siguiendo al máximo civilista compatriota -Jorge Gamarra-, con todo acierto el Tribunal estableció que la cuestión no consistía en saber si un médico prudente hubiera cometido el mismo error de diagnostico, sino qué medios habría empleado para llegar al diagnostico exacto.

En suma: los centros asistenciales fueron objeto de sendas condenas. Mientras tanto, Hipócrates continúa revolcándose en su tumba.