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No es de ciencia ficción; es hora de regular la inteligencia artificial

Las nuevas tecnologías y
la innovación afectan prácticamente todos los aspectos de nuestra vida
cotidiana. Y si bien es cierto que no siempre la regulación resulta efectiva, el
tema que nos ocupa merece una particular atención de parte de las autoridades.

 

La inteligencia
artificial (en adelante IA) ha sido definida como una disciplina científica que
se ocupa de crear programas informáticos que ejecutan operaciones equiparables
a las que realiza la mente humana (tales como el aprendizaje o el razonamiento
lógico).  

 

La IA requiere de
sistemas de almacenamiento en la nube, información personal a gran escala y de
un hardware sofisticado. Por tanto, los mismos riesgos legales que se estudian
cuando se analiza la tecnología en la nube o el internet de las cosas, se
repiten en la IA: privacidad y seguridad de la información. Estos aspectos
centrales en el análisis legal de cualquier tecnología, se acentúan en la IA, porque
los sistemas informáticos son capaces de sustituir actividades propias del ser
humano.

 

Estamos ante una
revolución tecnológica aún más relevante que la propia Internet. Por este
motivo, su abordaje debe ser universal, con sustento en los convenios internacionales
y aprovechando la profusa red de organizaciones multilaterales.  Ello sin perjuicio de que existe unanimidad de
criterios en cuanto a la necesidad de dar una disciplina legal a los siguientes
aspectos: (i) la distribución de la titularidad de la propiedad intelectual de
los diseños de IA: ¿se les debe considerar autores de creaciones intelectuales?
(ii) la prevención y reparación de los daños por los ciberataques a los
sistemas de IA y sus riesgos asegurables; (iii) el diseño del software en base
a la privacidad; (iv) la procedencia de mecanismos de distribución del daño que
indemnicen de forma adecuada los perjuicios producidos por la IA. 

 

Al día de hoy hay muchas
interrogantes y pocas respuestas (y no sólo en el plano legal).  Es hora que las discusiones se den en todos
los ámbitos.  Y muy especialmente, que
comencemos el diagrama de una regulación marco digna de ésta época; y también, por
qué no, que la inteligencia artificial sea un actor que participe de su propia regulación.