Uno de los grandes activos de las empresas es su marca. De ahí la especial protección que el Derecho reconoce a este intangible, y de ahí también la singular frecuencia de litigios a propósito de marcas confundiblemente similares.
Menos frecuentes en cambio son las disputas a propósito de la protección legal de un número telefónico. El caso fue debatido en un litigio recientemente laudado por nuestra Justicia.
Una conocida distribuidora de gas (“la Distribuidora”) actuaba en plaza -y continúa haciéndolo al día de hoy- a través del número telefónico 1345. Ese número era una parte importante de la estrategia publicitaria de la Distribuidora, al punto que la compañía había registrado el número (1345) como parte de su marca ante la Dirección Nacional de Propiedad Industrial.
Sin embargo, cuando la Distribuidora solicitó a ANTEL el registro del número gratuito 0800 1345, ANTEL informó que el número ya había sido otorgado a otra empresa. Fue recién entonces que la Distribuidora advirtió que el servicio 0800 1345 estaba siendo utilizado por otra firma del mismo rubro (“el Competidor”). Circunstancia ésta que precipitó a la Distribuidora a iniciar acciones legales contra el Competidor, invocando competencia desleal y solicitando el cese inmediato en el uso del número 0800 1345.
El Tribunal Civil (“el Tribunal”) le dio la razón a la Distribuidora. A juicio del Tribunal, la confundibilidad era clara: el número de teléfono gratuito –0800 1345– coincidía sustancialmente con el utilizado por la Distribuidora desde tiempo atrás. Con dos agravantes: la primera, en el mercado, el número 1345 estaba vinculado a la Distribuidora de manera notoria desde el año 2005; y la segunda, tales circunstancias no podían haber pasado inadvertidas al Competidor, que en cuanto tal se presume conocedor del medio.
De ahí el título de esta nota: el límite tan sutil entre la picardía (que es en principio legítima) y la viveza criolla (que muchas veces –como en el caso– resulta ilícita).
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