Hay
quienes sostienen que las cámaras públicas de poco sirven a la hora de llegar a
la verdad, sobre todo cuando el crimen es ejecutado por sicarios. Si
acaso algo de cierto hubiere en ello, la sentencia que hoy comentamos desvirtúa
esa creencia.
Un individuo fue ultimado en la entrada de su edificio por medio de un disparo
de arma de fuego. Al parecer el homicidio había sido maquinado por
su ex esposa junto a su pareja de turno: así, a una persona confiaron la compra
de celulares descartables; otra contrató a los sicarios; y a otro se les pidió
que oficiara de chofer de estos (el móvil habría sido estrictamente económico:
hacerse de los bienes que la víctima venía reclamando a su ex pareja). El plan
fue ejecutado a la perfección: después de efectuados los disparos, sin más
trámite los autores se subieron a un vehículo que les aguardaba y se dieron a
la fuga. No sospecharon que las cámaras públicas de la ciudad hicieran el
seguimiento del vehículo y lograran vincularlos con los restantes vehículos
involucrados en el crimen.
El proceso judicial tuvo la espectacularidad propia de Hollywood: juicio oral;
20 audiencias; tres magistrados; seis fiscales; trece abogados, y un largo
etcétera.
Los especialistas criticaron severamente el fallo: algunos hablaron de
frivolidad, otros criticaron la pirotecnia que rodeó el proceso, otros le
endilgaron una prueba insuficiente a la hora de conectar los hechos con sus
presuntos autores.
Lo cierto es que la sentencia no escatimó condenas: tipificó homicidio especial
y muy especialmente agravado, y en su virtud los imputados recibieron penas de
penitenciaría que oscilaron entre 25 años (en un caso), 24 años (en otros
tres), y 8 años (en otros dos).
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comunicación se realiza a mero título informativo y no debe ser entendida como
un consejo legal de esta firma.
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