La banca abierta es un ecosistema por el cual la información financiera de los clientes es procesada y compartida –a pedido de estos– desde las instituciones bancarias a los proveedores de servicios –usualmente fintechs– mediante interfaces informáticas llamadas API. Todo ello con miras a potenciar y amplificar tanto el espectro de servicios que las empresas involucradas pueden prestar, como el beneficio que los clientes pueden obtener.
Vale decir que la banca abierta proporciona al cliente nuevas funcionalidades, algunas de las cuales se sintetizan a continuación:
- disociación: la posibilidad que el prestador de servicios forme un perfil del consumo financiero del cliente para obtener mejores servicios o mejores tasas, sin develar a los bancos quién es el cliente detrás de aquel perfil;
- interoperabilidad: la posibilidad del cliente de operar todos sus servicios financieros a través de la misma aplicación;
- portabilidad: la posibilidad de cambiar sus productos de proveedor financiero e incluso obtener mejores condiciones con el intercambio, sin cambiar de número de cuenta ni tampoco las garantías reales de los servicios.
En suma: la banca abierta supone el acceso a un nuevo mundo de servicios, todos ellos consolidados a través de una única plataforma tecnológica.
Si hoy comentamos del tema es porque éste ya ha desembarcado en Uruguay: este mes de agosto el Banco Central del Uruguay sometió a consulta pública un primer documento de acercamiento al tema para su aplicación en Uruguay.
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